1991

Seguramente que, cuando en febrero de 1991 compré mi primera cámara réflex, una dura y básica Zenit, de fabricación rusa, no podría imaginar lo que la fotografía significaría en mi vida.

Pasó de ser afición a ser placer, de ser placer a ser profesión, y de aquí a ser “obsesión”, y por último a ser modo de vida.

Alguna vez he compartido esto sentimientos con compañeros del gremio, y muchos se han quedado en lo que es en ese momento, su profesión.

Realmente, no saben hasta que punto están dejando de sentir, de soñar, de amar, y de gozar.

Gracias a la fotografía he conocido y reconocido personas que a día de hoy son imprescindibles en mi vida. Todas ellas saben perfectamente quienes son y porqué. Incluso hay algunas personas que no lo saben, ni lo sabrán jamás, pero existen y forman parte de mi.

Espiritualmente, hace muy poco que la fotografía entró en mi. Conceptualmente, he perdido la cuenta de cuándo y cómo lo hizo. A día de hoy, el placer máximo es cuando fotografío, sobre todo si son personas, de manera consciente, es decir, cuando sólo pienso en lo que tengo delante de la cámara. No hay nada más a mi alrededor, no hay ruidos, no hay móvil, incluso a veces, no hay sensación térmica, ni dolor.

La sensación de abstracción es indescriptible. Es lo más parecido que puedes estar del modo “matrix” con fondos absolutamente blancos. El vacío.  Y ahí, en esos fondos sólo está la otra persona, mi cámara, y yo. Concentración absoluta. Es cercano a estar en trance, no hay ruidos, no hay hambre, no hay miedo, sólo la foto y yo.

Cuando la fotografía te hace suya, te cambia la forma en la que ves las cosas, de pronto, los edificios forman líneas que se cruzan y se juntan, pero no solo con sus propias aristas, sino también con las sombras que se producen unos a otros como bosques de hormigón.

Busco y rebusco reflejos especulares dentro y fuera de casa, espero la llegada de la primavera y del otoño como una fiesta más, porque es en esas fechas cuando las luces y los reflejos especulares se transforman en espectaculares. En verdad, celebro mis propios solsticios lumínicos y fotográficos. ¡Qué razón tenían los pueblos antiguos celebrando la llegada del “Sol invictus”!.

Quedarte atrapado en el visor cuando observas a la persona a retratar. Mirar a través de un conjunto de lentes sabiendo que ese es el momento máximo, el clímax fotográfico, justo antes de disparar la cámara, cuando sabes y sientes que ESA, es LA FOTO. Posiblemente ninguna de las fotos anteriores es válida, y no sabremos las siguientes si lo serán. Pero tenemos la certeza, la seguridad absoluta, de que justo esa, es la imagen que te inunda, que te llena el espíritu y te hace disfrutar como pocas cosas en esta vida.

Fotógrafo desde 1991.

Foto:  Nacho Morán Cuadrado

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